
Revoluciones 2.0 en primaveras de crisis
Indignados o no, todos estamos en crisis. Los azotes del neoliberalismo y de la dictadura del mercado y de todo lo económico por encima de las demás esferas públicas están empezando a desgastar el equilibrio social creado en los Estados sociales de Derecho. El Estado del Bienestar se resquebraja y se vuelve débil y frágil ante los batacazos del mercado financiero y de quien tiene el poder: las élites económicas, organizaciones financieras y comerciales internacionales, multinacionales, grandes empresarios y bancos. Si a ello, le sumamos la apolitización (debido, en gran parte, a la idiotización y a la títerización de los políticos de nuestros tiempos) de la población, nos da como resultado una fina capa de inmovilismo, conformismo y pasotismo que todo lo cubre.
Nosotros, los jóvenes, hijos de un mundo ya democrático, enfocado hacia el neoliberalismo de mercado y el capitalismo como único modo de vida, bañados desde nuestra tierna infancia en el consumismo, caímos en el error de pensar que estaba ya todo dicho y hecho. Nuestros padres lucharon ante dictaduras primero, y vieron caer el sueño de otra manera de ver el mundo y de organizarlo después; sus ideales fueron descolgados de las paredes y guardados en el último cajón del escritorio.
Así, nos encontrábamos despolitizados y desideologizados, decían. Sin embargo, creo que lo que estábamos era desencantados. Desencantados con un mundo que no nos gustaba, con unos partidos que no nos representaban y con un vacío ideológico comunitario que impedía que nos sintiésemos parte de un algo grande y poderoso. Los movimientos altermundialistas y antiglobalización si bien recogían este desencanto se veían en serios problemas a la hora de articular una teoría colectiva y de ofrecer soluciones y modos de acción viable para combatir estos nuevos tiempos modernos. El inmovilismo del sistema nos desanimaba y, así, desanimados, intentábamos organizarnos para cambiar la situación.
Pero algo ocurrió esta Primavera. El desencanto de algunos, el inmovilismo de otros, el miedo, el individualismo y el sometimiento dejó paso a la Indignación. Al reclamo. Al grito pelao. A la furia. Y a la colectividad. Si algo tienen en común todas las revoluciones empezadas esta primavera es eso; la gente se ha organizado y se ha indignado de forma conjunta, creando una masa, un colectivo. Un actor potente hecho de miles de voces plurales que, aún siendo apolíticas, comparten mucho ideológicamente. La gente, nosotros, los jóvenes, hemos dicho basta. Basta del inmovilismo que nos hacia ver la perdida de nuestros derechos sociales desde el sofa, basta de ver como los engranajes financieros nos roban el futuro, les roban la vejez a nuestros padres, y nos hipotecan el presente. Basta de que jueguen con nuestra educación, nuestra sanidad y nuestro territorio. Este nuevo grito que se alza en esta primavera es más fuerte que todos los anteriores, porque sabemos que si nos congregamos, si hacemos de todos uno, podremos hacernos oír. El futuro es nuestro y lo queremos ahora.
Veteranos como Stepháne Hessel con su manifesto Indignaos! y muchos otros, muestran su apoyo a la causa de los jóvenes de hoy en día. Otros, en cambio, nos critican por no saber hacer las cosas, nos tachan de alborotadores y de no querer entrar en el sistema, de no claudicar al capitalismo y de no asumir que las cosas son así y no van a cambiar; en definitiva, que el mundo ya está ordenado, nos guste o no.
Pero lo que tanto unos como otros deberían ver, y reflexionar, es que somos una generación que tenemos que plantar cara y defender nuestros derechos sociales desde un panorama jamás visto en las anteriores olas de reivindicación. La lucha de la antiglobalización neoiliberal resulta más rocambolesca que otras porque debemos combatir a un enemigo disperso y con careta de demócrata y de generador de progreso! Nuestras reivindicaciones se enmarcan dentro de estados sociales de derecho, contra organizaciones internacionales legítimadas y serias, y contra políticos y empresarios de renombre y credibilidad. Eso si, contamos con un factor del que vosotr@s carecías: la información y las TICs. Entonces, a vosotros, veteranos que luchasteis por vuestros ideales y vuestros derechos os pedimos y preguntamos, ¿Cómo debemos hacer las cosas en este contexto? ¿Cómo combatir mecanismos de decisión, de información y de flujo de dinero que están aceptados y asumidos por todo el sistema? ¿Cómo quitar vendas a tod@s para ver las caretas que cubren a los culpables de todos estos males que estamos padeciendo? ¿Y una vez delatados, cómo y bajo quien o qué paraguas se podría hacer algo al respeto? Una cosa sí sabemos que no ha cambiado, los cerdos, cerdos son
Empiezo a pensar que para combatir lo económico, dejando de lado lo político (por podrido, por dependiente de lo financiero), el derecho internacional (que emane de estructuras donde el pueblo, los pueblos –eso es, ciudadanos y ciudadanas de este mundo global- sean soberanos) puede muy bien ser una herramienta fundamental para reestructurar y cambiar este mundo que nos ha tocado vivir. Sea como sea, los indignados nos estamos despertando y cada vez somos más..poco a poco, iremos conquistando los espacios públicos hasta que nuestra voz sea escuchada y quien sabe, en un futuro, sea respaldada, valorada y protegida por tod@s.
Indignados o no, todos estamos en crisis. Los azotes del neoliberalismo y de la dictadura del mercado y de todo lo económico por encima de las demás esferas públicas están empezando a desgastar el equilibrio social creado en los Estados sociales de Derecho. El Estado del Bienestar se resquebraja y se vuelve débil y frágil ante los batacazos del mercado financiero y de quien tiene el poder: las élites económicas, organizaciones financieras y comerciales internacionales, multinacionales, grandes empresarios y bancos. Si a ello, le sumamos la apolitización (debido, en gran parte, a la idiotización y a la títerización de los políticos de nuestros tiempos) de la población, nos da como resultado una fina capa de inmovilismo, conformismo y pasotismo que todo lo cubre.
Nosotros, los jóvenes, hijos de un mundo ya democrático, enfocado hacia el neoliberalismo de mercado y el capitalismo como único modo de vida, bañados desde nuestra tierna infancia en el consumismo, caímos en el error de pensar que estaba ya todo dicho y hecho. Nuestros padres lucharon ante dictaduras primero, y vieron caer el sueño de otra manera de ver el mundo y de organizarlo después; sus ideales fueron descolgados de las paredes y guardados en el último cajón del escritorio.
Así, nos encontrábamos despolitizados y desideologizados, decían. Sin embargo, creo que lo que estábamos era desencantados. Desencantados con un mundo que no nos gustaba, con unos partidos que no nos representaban y con un vacío ideológico comunitario que impedía que nos sintiésemos parte de un algo grande y poderoso. Los movimientos altermundialistas y antiglobalización si bien recogían este desencanto se veían en serios problemas a la hora de articular una teoría colectiva y de ofrecer soluciones y modos de acción viable para combatir estos nuevos tiempos modernos. El inmovilismo del sistema nos desanimaba y, así, desanimados, intentábamos organizarnos para cambiar la situación.
Pero algo ocurrió esta Primavera. El desencanto de algunos, el inmovilismo de otros, el miedo, el individualismo y el sometimiento dejó paso a la Indignación. Al reclamo. Al grito pelao. A la furia. Y a la colectividad. Si algo tienen en común todas las revoluciones empezadas esta primavera es eso; la gente se ha organizado y se ha indignado de forma conjunta, creando una masa, un colectivo. Un actor potente hecho de miles de voces plurales que, aún siendo apolíticas, comparten mucho ideológicamente. La gente, nosotros, los jóvenes, hemos dicho basta. Basta del inmovilismo que nos hacia ver la perdida de nuestros derechos sociales desde el sofa, basta de ver como los engranajes financieros nos roban el futuro, les roban la vejez a nuestros padres, y nos hipotecan el presente. Basta de que jueguen con nuestra educación, nuestra sanidad y nuestro territorio. Este nuevo grito que se alza en esta primavera es más fuerte que todos los anteriores, porque sabemos que si nos congregamos, si hacemos de todos uno, podremos hacernos oír. El futuro es nuestro y lo queremos ahora.
Veteranos como Stepháne Hessel con su manifesto Indignaos! y muchos otros, muestran su apoyo a la causa de los jóvenes de hoy en día. Otros, en cambio, nos critican por no saber hacer las cosas, nos tachan de alborotadores y de no querer entrar en el sistema, de no claudicar al capitalismo y de no asumir que las cosas son así y no van a cambiar; en definitiva, que el mundo ya está ordenado, nos guste o no.
Pero lo que tanto unos como otros deberían ver, y reflexionar, es que somos una generación que tenemos que plantar cara y defender nuestros derechos sociales desde un panorama jamás visto en las anteriores olas de reivindicación. La lucha de la antiglobalización neoiliberal resulta más rocambolesca que otras porque debemos combatir a un enemigo disperso y con careta de demócrata y de generador de progreso! Nuestras reivindicaciones se enmarcan dentro de estados sociales de derecho, contra organizaciones internacionales legítimadas y serias, y contra políticos y empresarios de renombre y credibilidad. Eso si, contamos con un factor del que vosotr@s carecías: la información y las TICs. Entonces, a vosotros, veteranos que luchasteis por vuestros ideales y vuestros derechos os pedimos y preguntamos, ¿Cómo debemos hacer las cosas en este contexto? ¿Cómo combatir mecanismos de decisión, de información y de flujo de dinero que están aceptados y asumidos por todo el sistema? ¿Cómo quitar vendas a tod@s para ver las caretas que cubren a los culpables de todos estos males que estamos padeciendo? ¿Y una vez delatados, cómo y bajo quien o qué paraguas se podría hacer algo al respeto? Una cosa sí sabemos que no ha cambiado, los cerdos, cerdos son
Empiezo a pensar que para combatir lo económico, dejando de lado lo político (por podrido, por dependiente de lo financiero), el derecho internacional (que emane de estructuras donde el pueblo, los pueblos –eso es, ciudadanos y ciudadanas de este mundo global- sean soberanos) puede muy bien ser una herramienta fundamental para reestructurar y cambiar este mundo que nos ha tocado vivir. Sea como sea, los indignados nos estamos despertando y cada vez somos más..poco a poco, iremos conquistando los espacios públicos hasta que nuestra voz sea escuchada y quien sabe, en un futuro, sea respaldada, valorada y protegida por tod@s.