jueves, 10 de marzo de 2011

Situaciones barrocas #1

1# Un verdadero uruguayo/a sabe abrir una botella de agua de Salus, especialmente la de 2 litros, sin derramar ni una gota.

2# Un verdadero uruguayo/a aprende desde pequeño a andar mirando hacia abajo, para no tropezar jamás con los cráteres que habitan las veredas de la ciudad

3# Un verdadero uruguayo/a recuerda de memoria los charcos y lluvias improvisadas de aires acondicionados que infestan las calles por donde normalmente pasa, con lo que logra esquivar esa gota malaya maldita que recibe cualquier viandante desprevenido cuando pasa por debajo de algun edifico dotado con estos aparatejos del demonio.

4# Un verdadero uruguayo/a sabe ir en bici y servirse mate con el termo debajo de la axila!

5# Un verdadero uruguayo/a sabe sabe distinguir un pez de una bolsa de plástico en la Ramirez

6# Un verdadero uruguayo/a shiente la nesheshidad de imitar el ashento eshpañol en cuanto se choca con un especimen de ese país, aunque eso resulte humillante, desagradable y paripatetico para el segundo...sospecho que para el primero resulta regracioso

7# Un verdadero uruguayo/a se deleita frente a un menu monocromático y omnipresente en todo el país, consistente en milanesas, empanadas, muzzarelas y demás fritanga exquisita.

8# Un verdadero uruguayo/a desconoce el chocolate (!!!!!). Todo bien con el dulce de leche pero....


jueves, 3 de marzo de 2011

Mañana es la única utopía


Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...
¡Qué importa eso!.
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer
lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos
y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones
se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse
en el fuego de una pasión deseada.
Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues
mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino
derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!.
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

Un país bajo mi piel

No se trata de una referencia al libro de Gioconda Belli, no, aunque os lo recomiendo encarecidamente, pues es precioso y muy interesante para averiguar la historia de la revolución Sandinista en Nicaragua. Tampoco se trata del libro de la foto, Primavera con una esquina rota, de Benedetti, ni del capítulo que se muestra: Intramuros (¿Cómo andan tus fantasmas?). Simplemente ayer me acosté pensando que lo que estoy viviendo acá no es sólo un contexto bonito y diferente que observar desde el balcón de mi fachada sino que está influenciando cada una de mis cuberterías guardadas en el armario interno de mi yo-casa.

Imagino que todos somos bichos históricos, personitas que discurrimos en el tiempo de forma más o menos pautada...y como la Historia misma, vivimos episodios o microepisodios de catarsis y cambio, que nos empujan hacia adelante o hacia atrás pero que -en cualquier caso- nos conducen a movernos, a no quedarnos estáticos. Yo creo estar en uno de esos momentos..teniendo días más de revolución, o más de transición y letanía, pero en todo caso, al acecho.

Cada día mil pensamientos me cruzan la mente: qué quiero, dónde voy, qué deseo, qué me apetece, donde me quedo, barcelona, montevideo, países nórdicos?, universidad, sabático, disfrute, musica, master, curro, baile. Basta! y ayer hice PUM y me fui al mar y le miré a los ojos (como el profesor Bartleboom en Océano Mar, intentando llevar a cabo su enciclopedia de límites) y me obligué a quedarme allí una hora, dos, hasta desenmarañar todos esos hilos que tenía en la cabeza. Y bueno, no hay utopías..imposible terminar el relato aquí con: y las desenmarañe y comí perdices, fin. No. Pero si creo que tomé alguna decisión mental que me ayudará avanzar. Se trata de una decisisión y un empuje bifido, de dos cabezas, pues parte de la decisión reside en Barcelona y parte en Montevideo.

Os cuento que esta tarde iré a Iberia y me informaré de comprar un vuelo de vuelta abierto, que pueda atrasar o adelantar a mi antojo y circumstancias; que aquí me daré un margen de dos meses para encontrar trabajo/ algo que me llene y que disfrutaré al máximo de este tiempo sintiéndome libre de acortarlo o alargarlo cuanto me plazca.

Respecto a la parte barcelonesa, voy a lanzarme a la piscina con el tema académico que más me ha apasionado hasta ahora, eso es, el intentar entender este nuevo paradigma en el que vivimos, esta nueva moralidad, nueva forma de ver el mundo y de concebirlo, eso es estudiar a Bauman y su sociedad líquida, a Sennet y el capitalismo en los huesos o las nuevas formas de educación en escuelas libres!

Por último, deciros que cada día me gusta más el barrio en el que vivo. Que aquí los niños siguen jugando en la calle y que muchos de nuestros vecinos pasan las tardes y noches de verano en la calle, comiendo asaditos cocinados en medio bidón de gasolina y disfrutando del eterno sonido de los tambores de Palermo.


Un beso a tod@s